23 de septiembre de 2008

OPOSICIONES PARA JEFE DE GOBIERNO


¿Alguna vez habéis pensado en opositar? Todo hijo de vecino que se presente a un puesto en la administración tendrá que pasar por ese suplicio. Las oposiciones son, resumiendo un poco, unos exámenes que permiten poner en tal o cual puesto a una persona que teóricamente está cualificada para ese puesto. Es una forma de aplicar la máxima democrática de que todos debemos tener las mismas oportunidades (por favor, no confundir con esa de "todos somos iguales" o Ley del mínimo común denominador). El más claro ejemplo de oposiciones son las de magisterio. Supongamos que en Zurramelombligo de Abajo, pueblo en la provincia de Teruel, se crean dos nuevas plazas en el instituto, una para profesor de música y otra para profesor de matemáticas. En el preciso momento en el que se publica la convocatoria, cientos de hombres y mujeres que consiguieron obtener la carrera de magisterio se presentan al puesto. Estudian los temarios, acuden a academias para estar mejor preparados para afrontar las oposiciones, y finalmente se presentan a los exámenes. En teoría, aquel que haya obtenido los mejores resultados, obtiene el puesto. Siempre hay pequeñas bonificaciones, pero el grueso de la nota viene dado por el propio esfuerzo. Por lo tanto las oposiciones son un medio que nos permite elegir por méritos a una persona para un trabajo y asegurarnos además de que esa persona estará entre los mejores.

Sin embargo, hay un puesto de la administración que no requiere oposiciones. Cierto es que tampoco requiere un título, ni preparación académica ni otras zarandajas. Es un puesto donde se trabaja poco y se cobra mucho (por algo son funcionarios ¿no?). Se disfruta de buenas vacaciones, sobresueldos, dietas por desplazamiento y una incontable lista de ventajas. Esta bicoca no es ni más ni menos que ser político en el cargo. Existen diversas variantes: alcaldes, concejales, ministros, presidentes... Todos ellos alcanzan el puesto no por méritos propios, sino participando en un concurso de popularidad. Las elecciones hoy por hoy no son más que eso. Manda "Rajoy" al 3427 si quieres nominarle o manda "Zapatero" al 3427 para nominar a Jose Luis. Podríamos hacerlo así, visto que la ciudadanía no tiene ni puñetera idea de lo que vota, y eso los que ejercen su derecho al voto. A decir verdad, basta con soltar unas cuantas mentiras (el pueblo es demasiado idiota y vago para documentarse e informarse), sonreir en las fotos, pagar una buena campaña y ya puedes ser jefe de gobierno.

¿Cómo podemos permitir que auténticos gaznápiros nos gobiernen? Si el método de oposiciones es válido para cualquier puesto, ¿por qué no lo es para gobernarnos? ¿Hemos perdido el norte? Todo son ventajas a la hora de opositar para ponerse al frente del gobierno. En lugar de tener en la cúspide de la pirámide a un hatajo de aprovechados e incompetentes, tendríamos a personas que han demostrado estar capacitadas para el cargo. Otra ventaja es que el sistema de oposiciones para jefe de gobierno es más democrático que el que ahora tenemos. Las elecciones y la democracia tal y como se entienden hoy son injustas y ante todo, antidemocráticas. Preséntate. Prueba a presentarte. Crea tu partido, organiza tu campaña, pega carteles, compra tiempo de televisión. Hazlo si tienes huevos. Porque como no tengas dinero, no vas a conseguir nada. Podrías ser el mayor estadista de todos los tiempos, que como tu mensaje no llegue al pueblo, ya puedes usar tu programa como sustituto del papel higiénico. Sin embargo, mediante las  oposiciones, puedes presentarte sin problemas. No necesitas dinero. O al menos, no necesitas las cantidades necesarias para formar un partido político y hacer llegar un mensaje a todos. Por lo tanto, el sistema está al alcance de toda la ciudadanía. ¿Acaso no es esa la definición de democracia? ¿El gobierno del pueblo? Pues que el pueblo se presente y desbanque a los actuales politicastros de tres al cuarto.

Siempre que he hablado con alguien de este sistema, me ha formulado la misma pregunta: "¿Y qué temas han de prepararse?". Bueno, eso es algo que debe consensuarse. Supongo que como todo. Obviamente, una vez superadas las pruebas, no se consigue el puesto de por vida. Pasados cuatro años, oposiciones de nuevo. Y para no dejar de lado totalmente a las buenas personas que conforman este país, incluso podríamos organizar votaciones (que no elecciones) para subirle nota a aquellos que consideremos que lo han hecho bien como gobernantes en el pasado. ¿Veis? ¡Todavía podemos conservar las urnas y seguir dándoles uso!

Se que esto no es más que otra utopía, otro sueño que no veré hacerse realidad. Pero que nadie me niegue que el sistema democrático actual debe cambiar porque ha perdido su razón de ser. Cuando quienes gobiernan lo hacen a instancias de las grandes empresas, que son quienes realmente dictan las políticas de un país, la democracia se corrompe y comienza a apestar. Al ciudadano medio cada vez les resulta más difícil sentirse parte del sistema, salvo cada cuatro años, en los que tiene un simple papelito que crea la ilusión de que todavía tiene el poder de decidir. Por lo tanto, menos votos y más méritos para los políticos. Sólo hay que imaginar a un Rajoy o a una Aguirre, sudorosos, mordiendo su bolígrafo, con la calculadora al lado, mientras el examinador comenta que se les acaba el tiempo. Sería una imagen digna de ver. ¿Quién dijo que los exámenes no pueden ser divertidos?

1 comentario:

administrativo corporaciones locales dijo...

muy buen aporte. Considero que, pese a lo difícil que es estudiar una oposición, concursar por un puesto dentro de la administración pública es la mejor manera de encontrar solución a la crisis económica y al desempleo reinante. Trabajar en el Estado implica estar en posesión de un empleo estable con amplia flexibilidad horaria y muy bien remunerado.